Después del artículo sobre 8 Grados, Terremoto en Guatemala no quería dar la impresión de no apreciar el cine producido en el país, y mucho menos, hacer creer que no existe. Guatemala ha producido cine, mucho de él con excelentes factores que se han convertido en muy buenas producciones, que quizás no superen a sus contrapartes internacionales, pero si merecen un puesto dentro del historial de cine latinoamericano:
Quiero empezar una serie de artículos de recomendaciones con al menos cinco películas, pero no me gusta la idea de hacer listados del primero al último porque la apreciación es netamente personal, así que a continuación enumero cinco películas guatemaltecas, que es probable, revelen en su posición la preferencia que tengo por cada una de ellas.
La primera de la que quiero hablar es Donde Acaban los Caminos, basada en la novela de Mario Monteforte Toledo y dirigida por Carlos García Agraz. Al ser una producción basada en un libro, mucho está ya contado; trata sobre las diferencias que culturalmente han existido entre ladinos e indígenas en Guatemala, y como los mundos se permean al grado que la diferencia únicamente queda en la apreciación del que discrimina, no importando su raza. Dejando a un lado la historia, la producción es casi poética: la forma de retratar el paisaje, los atuendos, los modismos son tomados de forma natural, alejándose del costumbrismo y manteniendo el balance con las buenas actuaciones de la mayoría de los actores. Una muy buena opción para ver a Guatemala plena, con profundos problemas y grandiosas cualidades.

Hasta ahora ambas opciones están ambientadas en épocas pasadas de la historia guatemalteca, la siguiente recomendación la hago doble, porque ambas películas se podrían complementar para tratar uno de los momentos más oscuros que nos ha tocado vivir, el conflicto armado interno corta la historia de Guatemala., las dos tienen fallas pero dan la opción desde diferentes puntos de vista y de técnica.
La primera es “Las Cruces, Poblado Próximo”, también producida por Casa Comal, y dirigida por Rafael Rosal y con la actuación principal de Giacomo Buonafina (buen actor, por cierto). La historia de cómo la guerrilla entró en los asentamientos más aislados de Guatemala, tratando de defenderlos de los terrores del ejército, introduce la misma violencia. La frase queda zumbando.
La Guerrilla: Nosotros ponemos las armas.
La población: Y los muertos, ¿nosotros?
Sin embargo la historia no está muy bien consolidada, pierde consistencia en el manejo de la línea de tiempo y “subplots”, pero es una muy buena opción, además de contar con una musicalización o “score” muy bueno.

Dejando de lado la historia del país, quiero situarme en un film que abrió el cine en Guatemala en el nuevo milenio, y de nuevo cito a Casa Comal, la película es “La Casa de Enfrente”, dirigida por Elías Jiménez Trachtenberg, primera película atemporal que refleja el submundo que muchas veces la sociedad trata de negar; la prostitución, la corrupción y la hermandad entre ambos. También tiene el mérito de ser la primera película guatemalteca, que yo conozca, que aborde libremente una fuerte carga sexual dentro de su trama, y además atreverse a proyectarla al público sin tapujos. Esta producción es mucho más afortunada que la cursi y convenenciera secuela “La Casa VIP, La Otra Casa”.


De qué película es la frase: “La vida de los muertos consiste en la memoria de los vivos”… pregunten o adivinen!
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